Laponia Finlandesa

Es el momento de viajar al pasado, sí. Es el momento de empezar por el principio, por mi primer gran viaje, por mi primera expedición: Laponia Finlandesa. Han pasado muchos años y, después de éste, llegaron muchos más destinos, pero sólo este primero tiene el filtro de la nostalgia y el cariño que sólo puede poner el paso del tiempo, ni siquiera el todopoderoso instagram.

La idea de viajar de otra manera a la que conocía no dejaba de rondarme por la cabeza. Algo me empujaba a otra toma de contacto con la naturaleza que veía, necesitaba un acercamiento, otra manera de viajar. Y vino en 2009 de la mano de una agencia diferente: Tierras Polares. Proponían un viaje a la región finlandesa de Laponia (está dentro del Círculo Polar Ártico) viviéndolo desde dentro. Se haría un tercio andando (trekking), otro tercio en canoa y el último tercio en bicicleta. Un viaje de casi dos semanas para recorrer 345 kms atravesando la Laponia finlandesa de Norte a Sur sin utilizar medios motorizados. ¡Ahí es na! Enseguida mis ojos dieron un doble check al viaje 😉

¿Primer paso? La mochila. No valían las de irte a conocer un finde el pueblo de tus tíos. Necesitaba una mucho más grande (60L) y con material de todo tipo, incluido una bolsa estanca, un culotte… Vamos, lo necesario para las tres líneas deportivas que componían el viaje. Y, como en esa mochila no cabe todo, había que llevar una bolsa adicional, claro. Lo que parecía todo un reto se convirtió en todo un aprendizaje al ir de la mano del gran Jaime Barrallo

Jaime en aquel momento “sólo” era un explorador/guía muy experimentado que dedicaba su vida a guiar viajes de aventura. Ahora, muchos viajes después, Jaime tiene aún más experiencia (si cabe) y encima se convirtió en un gran amigo (muchos le conocéis de manera virtual porque ya ha ido apareciendo en este blog).

Viajar… todo es empezar


Trekking

Pallas-Yllästunturi National Park

Punto de partida de la expedición: Enontekio, al lado del lago Ounasjarvi, muy cerquita de las fronteras con Suecia y con Noruega. ¡Se dice pronto pero son 68° Norte! ¡Esto es MUY al norte! Para llegar allí, habíamos volado desde Madrid hasta Ivaro y luego 4h en coche para llegar a Enontekio. La primera sensación es que estás llegando a un territorio infinito, sin poblaciones, plagado de lagos y naturaleza y vuelves a recordar que, claro: ¡estás en el círculo polar ártico! Fue alucinante que dieran las doce de la noche y que el cielo no se apagara del todo. ¡Casi se veía el Sol de Medianoche!

He hecho punto y aparte para que lo penséis un segundo: doce de la noche ¡y no se hace de noche!

Luz de media noche en el ártico
Luz de media noche en el ártico

Nos alojamos en las cabañas de Lomakylä Paavontalo. Nada más llegar, se marcó la rutina de acción: dejar preparada la mochila de los primeros tres días y repartir la comida entre el equipo. Parece un paso obvio, lo sé, pero es crucial. Necesitas tener todo ordenado y a mano para los tres días que íbamos a pasar por el Parque Nacional Pallas-Yllas tunturi, hasta llegar al río Ounas, y que el resto, lo que no se necesita para esos días, se quedara en una bolsa, a buen recaudo, y que nos llevarían al cambiar de actividad unos días después. Uno de los grandes aprendizajes de este tipo de viajes es la logística: aprendes lo que es necesario, lo imprescindible y lo accesorio. Y oye, eso vale también para la vida.

La ruta es una pasada, impresionante. Son unos 50km en total. No es un trekking muy exigente más que por el peso de las mochilas (entre 15-20kg). Hicimos etapas de 4h-7h con paradas y la primera empieza cruzando en barca el lago para poder coger el camino que lleva ruta sur. El entorno ártico es muy especial. No hay nieve en verano en esta región, pero la naturaleza está adaptada al frío. Atravesamos bosques de abetos, tundra con abedules enanos y tundra de montaña. El suelo tiene una vegetación muy frágil que es mejor no pisar. Durante mucho recorrido el parque proporciona un camino de madera para no estropear el suelo natural.

La fauna es escasa, pero tuvimos la suerte de ver varios renos y algunas perdices.

De vez en cuando me quedaba parado, ahí, en medio del bosque boreal, dejaba que el grupo me sacase varias decenas metros para quedarme solo, y os prometo que no oyes nada. Nada de nada. Si había algún pájaro, desde luego que vuela con silenciador. Maravilloso.

La ruta va ascendiendo poco a poco y acaba por llevarnos a unas panorámicas excepcionales. Se puede ver el territorio hasta muchos kilómetros a lo lejos. La visibilidad es infinita. Se ve todo salpicado de lagos y bosques. Nada más hasta donde alcanza la vista. Una maravilla de película, aunque, las cosas como son, en invierno esto tiene que ser duro de verdad.

Durante estos días nos alojamos en las cabañas del parque que, como diría mi mujer, son monísimas. Son de madera y con estufas de leña porque, aunque sea agosto, es agosto en laponia y hace frío (soportable estando bien abrigado). Las noches eran geniales: cháchara y paz mientras cenamos alrededor del fuego (en las zonas comunes preparadas para ello). Por cierto: Jaime, además de ser el guía, saber organizar muy bien la logística de la comida y ser un admirador incansable de Chiquito de la Calzada, ¡es un gran cocinero de campaña!.

En alguna de estas cabañas/refugios hay una sauna finlandesa ¡para que entres cinco minutos y salgas corriendo a lanzarte al lago y vuelvas de nuevo a la sauna! Parece impensable, pero os aseguro que repites varias veces. Es una pasada. ¡Te quedas como nuevo!.


Canoas

Descenso del río Ounas

Una vez acabado el trekking no hubo descanso. En las mismas cabañas donde nos alojamos al final del trekk en Yli-Kyro realizamos el cambio de equipo y preparamos el material para las canoas canadienses: escarpines, neoprenos, mallas, ropa de abrigo, sacos de dormir… lo imprescindible para que quepa todo en los bidones estancos que llevamos dentro de la canoa (más la comida y los utensilios para cocinar, claro). El plan es descender unos 120km del río Ounas durante 4 días, desde Yli-Kyro hasta Kaukonen, pasando por Tepasto y Kittila. No es un río muy técnico, aunque hay algunos rápidos de grado II y III. Fueron entre 20 y 40km diarios dependiendo del río durante 5-7h.

Muchos de nosotros no hemos llevado una canoa canadiense en nuestra vida así que toca aprender rápido.

Jaime nos enseña en un remanso del río las maniobras básicas y entre su seguridad y que el río Ounas no es muy bravo, pues oye… que lo ves factible y hasta sencillo. Dos personas por canoa. La que va delante sirve de motor de empuje, o lo que es lo mismo: la que rema y rema y rema, jeje (además de alertar de posibles piedras o peligros). Quien vaya detrás (además de remar ;P), utiliza el remo a modo de timón para dirigir la canoa y entrar así en los rápidos de la forma adecuada.

Mi barba en el timón de la canoa - Finlandia

Con el curso exprés hecho, comenzamos el descenso en fila, las seis canoas principiantes detrás de la de Jaime.

Las horas y los días transcurren sin problemas: buen tiempo con alguna lluvia aislada y, aunque sea mi blog y hubiera podido dármelas de superhéroe, ¡la verdad es que los brazos se te iban cansando muchísimo! ;P El último rápido de la etapa final es el más potente. Lo cierto es que, desde lejos, parece mucho menos heavy de lo que luego te encuentras: ¡olas de casi un metro! Las olas las provoca la corriente y las piedras enormes que hay debajo, y un metro puede parecer poco, pero cuando vas en una canoa canadiense (a ras de suelo) te inundan en un instante y te vuelcan, como si estuvieras viajando en una hojita de papel.

En la ruta hacemos descansos fuera y dentro del río aprovechando los momentos en los que se calma. Incluso montamos una canoa-party: juntamos todas las canoas y hacemos velas con los chubasqueros y los pusimos en los remos, a modo de mástiles, y así avanzamos sin esfuerzo gracias al viento. Ir sin remar mientras picas algún fruto seco era como beber agua en el desierto… ¡Qué placer!


Bicicleta

Pedaleo hasta Rovaniemi

La tercera y última parte de este viaje es en bicicleta, en plan cicloturismo, pero con bicicletas de montaña, claro. Como de costumbre en estos viajes… cargando sólo lo imprescindible. Saco de dormir, ropa y comida a cuestas: ¡nos habíamos convertido en caracoles con la casa en la espalda!

La ruta transcurre desde Kaukonen hasta Rovaniemi. Tres jornadas (55, 57 y 72 km) por pistas forestales muy anchas con subidas y bajadas moderadas.

Atravesamos paisajes fabulosos de bosques interminables, multitud de lagos y, aunque ya os comentaba que en estas latitudes no hay mucha fauna porque gran parte del año las condiciones climáticas son muy duras, ¡vimos un reno albino!

Acampamos las distintas noches en las orillas de lagos preciosos como el Maunujärvi. Una maravilla de parajes. Ver anochecer al lado de las hogueras que hacíamos para cenar era un espectáculo… A medida que viajamos al sur el cielo en la noche es más oscuro. Pura geometría entre el Sol y la esfera terrícola 🙂

Me sentía tan libre, tan yo, tan feliz… Avanzas cada día con lo que tienes en tu mochila sin echar más cosas en falta, sin estar atado a mucha necesidad material. La sensación de libertad es indescriptible. De hecho, esta sensación me caló de tal manera en este mi primer viaje que fue el empujón para todos los que vinieron después.

Al tercer día ya entramos en Rovaniemi, la capital del círculo polar ártico, más conocida por ser «la casa de Papá Noel». ¡Cómo será la cosa que el señor Noel tiene su propio parque de atracciones! (Santa Claus Village) ¿Pasión? ¿Negocio? ;P. Llegar, ducharte y descansar sin madrugar fue el regalo de Papá Noel y de los reyes por adelantado, je. Al día siguiente recorrimos la ciudad y fuimos al museo del ártico (Articum) que ilustra muy bien flora, fauna, pueblos del ártico y cómo ha sido la vida en estas regiones a lo largo del tiempo. Y para despedir el viaje como merecemos, tocó cena de despedida de lujo: Jaime cocinó carne de reno (que en Finlandia es como nuestra ternera). Y entre mordisco y mordisco, nos pusimos a recordar los días que habíamos vivido y que estaban ya asentándose en nuestras mochilas mentales.

Una de las mejores cosas de un viaje así es conocer gente a la que le interesa la naturaleza y los viajes de aventura. Compañeros que te pueden enseñar mucho y te hablan de otros lugares, te cuentan sus aventuras con otras culturas. Fue con estas cosas cuando hice “click”. Después de un viaje «diferente» conociendo el ártico te planteas… y por qué no seguir explorando otros lugares? Me hablaron de África, de Australia, de la India… y me quedé flipado.

Así pasó. Al año siguiente me fui de expedición al Sáhara Marroquí, al siguiente a Australia, luego Noruega, más tarde Kenia, Nueva Zelanda, Mozambique, Sudáfrica, India, Bolivia, China… porque viajar todo es empezar.

Ahora ya sabéis cómo empezó mi barba a conocer el mundo…

GALERÍA DE FOTOS – LAPONIA FINLANDESA

(pincha para verlo en grande)

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