Para los que adoramos y necesitamos viajar y conocer lugares, el hecho de tener amigos repartidos por el mundo es, además de un regalo de la vida, un hotel súper económico, claro 😉
Hoy os voy a hablar de mi viaje a Mozambique en 2015, con alojamiento en el «hotel Peli». Sí, es que mi amiga Sara es peli-roja y nosotros, sus amigos y huéspedes, pues unos clásicos poniendo motes (o si no que se lo pregunten a Ana «la rubia», o al «doctor Palomo» que, aunque no cojea, lleva bata blanca y eso no se puede desaprovechar ;)).

Por aquello de que lo leáis con más imágenes (y porque merece la pena), os presento a Sara Peli:
Sara es una arquitecto con un corazón enorme que ya desde hace años «vaga» por el mundo con el único fin de ayudar a los demás. Después de haber estado en India (Ahmedabad), Bolivia, Venezuela, México (Chiapas) y Mali en múltiples proyectos de cooperación y de haber creado VACA (Verano, Aprende, Construye, Ayuda) como una plataforma de aprendizaje de soluciones de autoconstrucción con materiales y técnicas propias del lugar (entrad en el enlace para informaros mejor, merece la pena ;)), su camino la llevó hace dos años a Mozambique, de la mano de la Cooperación Alemana. Allá donde more, siempre nos pide a los amigos que le hagamos una visita (empiezo a pensar que somos parte su plan de ayuda 😉 ).
Este viaje por Mozambique me llevó también a Sudáfrica (que 1 mes da para mucho). Todo el viaje está dividido en tres partes distintas para tenerlo más organizado y no tener un post enorme. Se compone de este post, Living Mozambique y Sudáfrica intensa.
Vídeo resumen de esta primera parte del viaje por Mozambique 🙂
El caso es que llega 2015 y cambios profesionales y vitales muy importantes para mí y, para bien, se alinean los planetas y varios amigos nos ponemos de acuerdo para ir a ver a la peli a Inhambane. Una ciudad más al norte de la capital (Maputo) y que está en la costa.

[LEE HASTA EL FINAL PARA VER LA GALERÍA DE FOTOS]
Ana (La rubia), Miki, Leyre, Yuyi y yo somos los aventureros que nos animamos a ir, aunque vamos en varias tandas, y a mí el viaje se me descuelga y vuelo solo. Solito con mi música, pelis y pastillas para dormir en aviones de Madrid a Doha, de Doha a Johanesburgo y de ahí (cambiando a un avión de hélices) a Inhambane, ¡que se lee pronto!
El aeropuerto es una casa baja con una valla y tú ves perfectamente al operario con el carrito de las maletas arrastrándolas por «la terminal». En «seguridad» me piden el pasaporte y el visado y resulta que este último tiene un error, según el aduanero: hay escrito un 8 con dos círculos, uno encima de otro, y eso es motivo más que trascendente para no dejarme entrar en el país (esto es lo que yo llamo «obsesión caligráfica y no la de los cuadernillos Santillana!). Sara peli, que me estaba esperando y siendo testigo, me dice con la cara un «paciencia Saulo, estás en Mozambique, tú dale la razón en todo». Me apartan, me revisan todo mil veces, hablan con Sara (en portugués, claro) y finalmente parece que no me ven una amenaza estético-lingüística y que puedo entrar al país, siempre diciendo «Muito obrigado» 🙂

Bueno, olvidaba un detalle: mi maleta debería tener algún otro error que la derivó en su camino y no estaba esperándome. Al parecer es normal que lleguen un día más tarde, me dice Sara. Así que con toda esa aparente normalidad me junto con los chicos relativamente tranquilo porque siempre dejo lo fundamental en la mochila de mano (consejo de Jaime Barrallo, rey de los viajes complejos). ¡Venga, Saúl, ánimo, que lo peor ya pasó! Vamos a casa un rato…


….¡Y qué casa! Tres habitaciones, rodeada de jardín, palmeras y decoración hippie… ¡Muy Peli! Me gusta! Nos gusta! 🙂 Pero nos cogemos el coche y nos vamos un puesto de artesanía en medio de la nada en la carretera que va a Tofo (zona de playas) para ir a comprar nuestra cocoradio por unos pocos meticales (moneda local), antes de que se le acaben a Chibo, el crack que de un coco saca una radio con su entrada USB y minijack incluido. ¡Es el país de la cocotecnología, amigos!
Volvemos a casa a preparar la cena. Unas cigalas gigantes que parece como que no concuerdan con la idea que uno tiene de estos países desde el nuestro, pero son frecuentes, como nuestras tapas de lomo. Y esas cigalas, yo creo, que encima ayudan a conciliar el sueño con más ganas si cabe.
Día dos. Amanece pronto y después de desayunar nos vamos a Maxixe, una población muy cercana al otro lado de la bahía por donde pasa la carretera principal de la costa. El plan es paseo y «capulanas«, que son esas telas de muchos colores y diseños típicas de aquí, con las que las mujeres se visten. Y queremos vestir a las nuestras de vuelta a Madrid 😉
Cruzamos la bahía en un barco-chapa que sobrepasa el concepto europeo de overbooking! Qué despropósito de gente junta! Y muy JUNTA sí. Allí el concepto de espacio vital lo han redefinido o eliminado. Aquello no se hundió porque no pillamos olas!

Maxixe es un ejemplo de cómo los mozambiqueños se gana la vida comerciando con lo que pueden. La imaginación, el agotamiento, el ansia, el calor y los tres o cuatro turistas cansinos (nosotros, en este caso), hacen un ambiente de lo más particular. Sumad los términos y os sale el color y el olor en vuestras cabezas.

De vuelta a Inhambane vamos a comer con la peli al «Garden Pub«, que es un restaurante italiano de un español majísimo donde comemos unas buenas pizzas caseras. En medio de la comida nos llaman del aeropuerto para decirnos que mi maleta ya ha llegado 🙂 El postre perfecto! «Vamos, Yuyi -uno de los benjamines del grupo-, cojamos la chopela y al aeropuerto». Y Yuyi vino conmigo en esa especie de moto-carro con tres ruedas para ver si entrábamos los dos y mi maleta furtiva.
Al día siguiente toca playa. Cogimos una chapa y a Tofo. Ah! Una «chapa» es la forma local de transporte más común junto con «la volea» en pickup. En la volea, por cierto, vas vendido, es realmente peligroso aunque el primer viaje te hace como que gracia. Pero ahí detrás muere habitualmente gente. Es una de esas normalidades de África inconcebibles por aquí arriba.

Es como la basura: lo normal es verla en las calles y en las orillas de las carreteras, en una curiosa armonía o paz auto obligada con la ciudad y su gente. Y es que la escasa o nula gestión de las basuras es algo habitual en África en las zonas en vías de desarrollo.. Cosa que me produce una terrible tristeza, porque el desarrollo mal gestionado y mal digerido (impulsado probablemente por el primer mundo) eclipsa la belleza de estos lugares.
Tofo es arena. Arena blanca. Las calles también son de arena. La playa es casi infinita. Fuimos al Fátima’s, un backpacker tan económico como especial, en primera linea de playa. De repente te descubres admirando el oleaje y la enorme resaca de las olas como si nunca hubieras visto una playa pero, claro: estás en el océano Índico, amigo, y eso, a nivel de playa, es como pasear por Serrano o por Ribera de Curtidores. Que es igual, pero no es lo mismo. Y entre ola y ola, probamos algún coco o compramos pulseras lidiando con el desfile de vendedores autóctonos que van pasando 🙂

Ya anocheciendo, la vuelta a casa en la misma chapa es algo diferente, parece como si te hubieras movido por allí siempre. Quizá haya sido el rato de regateo con los vendedores de pulseras y todo tipo de utensilios artesanos, que calan tan hondo que, si te descuidas.. Te empadronan. Hasta mañana…

Ya es “mañana” y toca bucear. ¿Adivináis dónde? Pues sí, en Tofo 😉 Briefing del instructor sobre seguridad y algunas normas sobre la interacción con el entorno, neoprenos puestos, zodiac preparada y en el agua (no sin dificultades por las olas), grupo coordinado, comprobaciones hechas (lastre, botella, chaleco, aletas, guantes, regulador, máscara y cámara, fundamental) y.. ¡Al agua! La visibilidad es baja, el agua está turbia y es una pena porque el fondo está lleno de vida: peces payaso, rayas de colores, peces loro, peces león y, entre la multitud de pulpos, nos encuentra uno tan grande que incluso le vimos cambiar de colores para camuflarse. Espectacular. Qué felicidad y qué sensación de armonía da el verte ahí, con ellos, con los más primitivos haciendo lo que ellos: vivir sin pensar más que en lo que ves, lo que te rodea y lo que te llama la atención.


Después de estar buceando 40 minutos a una profundidad de 15m máximo, que es lo normal, fuimos a comer y pasar la tarde a la playa y al ya mítico Fátima’s, lo normal, para después ir a cenar a otro garito de la zona fantástico y muy recomendable: El Branko’s donde nos pusieron una pizza que era de todo menos normal. Por favor qué maravilla!! Como maravilla fue, por cierto, ir a visitar ALMA, que es un centro donde hacen y venden manualidades hechas con materiales reciclados como botellas, chapas, latas, etc. Es un lugar de Comercio Justo, aunque choca, con lo totalmente injusta que es la situación con sus basuras. Es algo desalentador. Detrás hay un basurero con montañas de cosas que parecen más o menos separadas. Y algunas ardiendo.. Es que se te quema algo por dentro cuando lo ves, cuando lo hueles, cuando piensas que en Madrid, desde tu casa, ese “olor” a ti no te llega.

Amanece al día siguiente y decidimos ir al festival de Timbila en Quissico (también llamado Zabala), a unos 140km al sur. Medio día de viaje en chapa bien apretaditos hasta Quissico, odisea para encontrar el camino al Ecolodge La Goa donde nos alojaremos y llegar tras una caminata. Atravesamos varias aldeas en la caminata final de hora y media y uno se siente como en Bienvenido Mr Marshall con tantas miradas, saludos y algún coche que te pita, que te recibe. Vecinos para los que no pasas desapercibido y en la mayoría de veces con una sonrisa en la boca 🙂
Entre risas, fotos y cocos (y no sé quién gana en la proporción) llegamos al Ecolodge con el sol yéndose a dormir. Madre mía qué puesta de sol (y qué cerveza tan rica acompañando!!). Impresionante. Inmejorable.


El lugar es espectacular. El lodge está retirado de cualquier población y son unas cabañas de madera (además de zona de acampada que vamos a utilizar porque somos muy hipifláuticos nosotros :P). Todo muy sencillo, vamos. Una instalación eléctrica muy básica (con generador, porque los paneles solares no les funcionan) y las duchas son cubos de agua que, evidentemente, no tienen nada que ver con las nuestras… Pero a mí todo esto me parece que tiene mucho encanto.. Debo estar convirtiéndome en autóctono.
Llegamos un par de días antes del festival, así que es perfecto para patearnos la zona. Y nunca mejor dicho: nos embarcamos en un paseito al sol que se nos va de las manos y cuando miras el reloj llevas cuatro horas rodeando un lago enorme entre arena caliente y palmeras compensado con el vientecillo que levantan. En un momento dado nos topamos con un puente que a ti te dicen que lo ha hecho tu sobrino.. y te lo crees! Hay que pasarlo de uno en uno y casi sin respirar para que aquello no se resienta! Y que sí, que luego, ya en la otra orilla, te echas unas risas considerables, pero estar allí arriba viendo ese fondo de agua tan cristalino como profundo.. No te lo pone fácil en ese momento!


La satisfacción de poner nuestro sello alburiense en semejante paisaje es una maravilla 🙂 Vale, me explico: es que todos los aventureros del viaje somos miembros -parientes o sectarios fundadores como nos llama mi chica, con todo el cariño y razón, jeje- de Albura. Una asociación cultural y de tiempo libre para el ocio infantil y juvenil con los mejores campamentos de verano del país. No en vano llevamos haciendo campamentos desde 1989!! Cerca de 30 años ya, se dice pronto!!! A ver, este es mi blog, no? pues la publi la filtro yo 😉

Al fin es el día del festival. Aún no se lo que es la Timbila pero hoy lo descubro! Otro grupo de cooperantes españoles, que se alojan en el lodge, nos acerca a la ciudad y nos ahorramos el paseito de rigor. Quissico está abarrotado de gente, coches y puestos de comida y artesanía. Hay una especie de anfiteatro donde diferentes grupos bailan danzas y tocan música tradicional con las famosas Timbilas, que son un instrumento de madera parecido a un xilófono que utiliza como caja de resonancia la cáscara de un fruto de diferentes tamaños. Hasta la UNESCO en 2008, la ha declarado bien inmaterial del patrimonio cultural de la humanidad. OLE!
Tanta variedad de gentes, colores, danzas y sabores es absolutamente una nana para irse después a dormir. Aunque esa noche la humedad del ambiente me ataca en la tienda y me impide conciliar el sueño. Harto de dar vueltas decido que una ducha noctura a cubazos es lo mejor. Y ya puestos, viendo el cielo africano que hay y el paisaje iluminado por la luna, qué mínimo que unas fotos para conciliar el sueño de nuevo 🙂

Al día siguiente hay madrugón de despedida: Ana y Miki ya se vuelven y es la peli quien les acerca al pájaro de queroseno para que vuelvan al hogar madrileño. Los tres viajeros restantes tenemos la mañana ociosa y hambrienta en el lodge y vamos a una playa «cercana», mientras esperamos a que los cooperantes españoles nos acerquen a Quissico. Es una playa tan desierta, tan desierta, que dan ganas de desnudarte y correr gritando como un loco. No lo hice. Yuyi estaba mirando 😉 Desde Quissico volvemos a casa en chapa, que ya conocemos como si fueran nuestras, y aprovecho la ventana que me toca para conocer más la región.

Llegar a Inhambane, ducha, cena, película y dormir en cama me llena enormemente de orgullo y satisfacción. Eso es sentirse como un rey 🙂
El descubrimiento de Mozambique continúa en las siguientes semanas viajando más al norte a Vilankulos, visitas a las islas de Bazaruto, Maputo, y un gran viaje en solitario a Sudáfrica, entre otras cosas. Aunque todo esto son otras historias que cuento en Living Mozambique y Sudáfrica intensa. No dejes de leerlas!
GALERÍA DE FOTOS – MOZAMBIQUE & ALBURA’S POWER
(pincha para verlo en grande)
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